GALLETAS COMUNIÓN MARÍA

El pasado día 8 María, la hija de mi primo Pedro, tomó su primera comunión. Uno de mis regalos fue hacerle los detallitos para regalar a los invitados, concretamente unas galletas decoradas.
Le di al coco durante mucho tiempo, miré por aquí y por allá buscando inspiración. Una cosa me llevó a la otra y, poco a poco, le fui dando forma a la idea que tenía: hacerlas tipo recordatorio. Me apetecía incluir una foto suya, con lo que, gracias a una amiga que tiene una panadería, encargamos las obleas comestibles que necesitaba, tras seleccionar una de las fotos que se había hecho antes de ese día. Compré el fondant, la imprenta, el pegamento comestible, el colorante, la purpurina, .... y me puse manos a la obra.
En esta ocasión no os voy a poner la receta. Las galletas están hechas de la misma masa con las que preparamos las de la Jubilación de mi mami y con el mismo procedimiento, así como el manejo del fondant. Lo único nuevo, con respecto a las otras, fue utilizar la imprenta y pegar las obleas con pegamento comestible. Hasta utilicé el mismo tipo de empaquetado, pues me había gustado mucho cómo quedaba y el color de la bolsa era el que mejor le iba, además de que la parte transparente permite ver muy bien lo que hay dentro. La florecita está hecha de fondant teñido con colorante en pasta y la perlita es de azúcar, de las que solemos utilizar en la decoración de tartas y pasteles.
Sí que detallo el proceso de cómo se fueron creando. Me llevó más de una semana, entre el horneado y cada uno de los detalles de la decoración, hasta su empaquetado final, pero estoy muy contenta del resultado. A María le gustaron mucho, que era la que verdaderamente importaba, y al resto de invitados también. Sólo les pedí una cosa, que, por favor, se las comieran, que después de tanto trabajo era el mejor premio que podía tener. Algunos se animaron enseguida, otros las dejaron para luego y otros pensaron guardarla de recuerdo, les daba pena, decían, jajaja.

Como no tenía un cortador de la forma y el tamaño exacto que necesitaba, utilicé un molde de emplatar cuadrado y, una vez marcada cada galleta, le quité un trozo en cada lateral, convirtiéndolas en rectangulares.

Una vez el fondant pegado a la galleta (humedeciéndolo un poco con un pincel con agua), con otro pincel y el pegamento comestible, usando muy poca cantidad, fui uniendo la oblea al fondant y marcando el texto antes de que éste se endureciera.

Teñí un poco de fondant, corté las florecillas, las pegué y uní la perlita con pegamento, para asegurarme que no se caería. Por último, les di un toque brillante con purpurina.

Una vez bien secas, comenzó el empaquetado. Mi marido me ayudó a diseñar las etiquetas, las imprimimos, se recortaron, un agujerito y una cinta de color rojo para sujetarlas y quedaba cerrada cada bolsa.

 Una bonita cesta, un poco de celofán transparente y un gran lazo rosa remataron la faena.

Antes de empezar todo el proceso hice algunas pruebas, sobre todo para ver el tamaño exacto que quería para cada galleta, cómo se me daría la impresión, colores, detalles, etc. Hice también una prueba de decoración de una niña vestida de comunión y, como sólo me dió tiempo a hacer esa solamente y quedó bastante bien para ser la primera que hacía, se la regalé a María. La empaqueté y la puse arriba del todo para que la cogiera la primera.

Espero que os haya gustado el reportaje y, sobre todo, cómo quedaron las galletas. Si alguien tiene alguna comunión todavía y quiere aprovechar la idea, sólo tiene que ponerse manos a la obra, seguro que os quedan estupendas.